No puedo hablar por todos los centros de Secundaria y Bachiller porque sería una temeridad. Pero sí quiero mostrar mi más profunda decepción y absoluto disgusto por la situación que están viviendo desde finales de mayo miles de estudiantes navarros. Se trata de aquellos chavales que, tras superar con éxito su curso escolar, se encuentran durante tres semanas en una especie de limbo por obra y gracia de una resolución de Educación de 2016. Según la misma, los exámenes tradicionales de septiembre pasan desde este año a la segunda quincena de junio y, previamente, los alumnos suspendidos han de acudir a sus clases. El resto, la inmensa mayoría, debe estar también en las aulas repasando el temario dado y que, además, tiene ya aprobado.

No dudo que haya algunos docentes que estén poniendo en práctica alternativas para estos niños perdidos, pero, por falta de personal o por la razón que sea, los profesores dedican su tiempo a ayudar a los suspendidos y el resto o no aparece por clase o no tiene nada que hacer allá.

Estudiar y formarse es un derecho y, aunque lo hayamos olvidado, un privilegio que millones de niños -y muchos de nuestros mayores- no conocerán. Todas las horas lectivas que se van a perder este mes son una vergüenza que corresponde solucionar al departamento de Educación.