Feria del Toro. Semana de renovación del abono. Los festejos taurinos están en el origen de los Sanfermines. Como los actos religiosos y las ferias comerciales. Las corridas de toros forman parte nuclear del guion de las fiestas. La Plaza de Pamplona fue inaugurada el 7 de julio de 1922. Tras varias reformas, tiene un aforo cercano a las veinte mil personas. La mayor parte de sus localidades están asignadas a abonados. Paradoja: Pamplona nunca ha sido una ciudad taurina -de ahí el fracaso cuando se han programado carteles fuera del ciclo sanferminero-, pero su Feria es una de las primeras en importancia y repercusión. Cierto declive: no todos los días se cuelga el cartel de “no hay billetes” y las Peñas colocan con creciente dificultad las entradas que les corresponden, a pesar de una década con todos los precios congelados. Preponderancia invertida: en tiempos remotos, el traslado de los toros animó a correr por las calles delante de ellos. Así nació el encierro. Hoy, la contribución del encierro a la resonancia internacional de Pamplona ayuda a la pervivencia de la Feria del Toro. Sin la carrera matinal, el debate abolicionista afloraría con mayor intensidad. El pensamiento animalista repudia las corridas de toros y aprecia en el encierro un maltrato menos extremo. No obstante, considera “inadmisible” utilizar el encierro para mantener la posterior tortura hasta la muerte. En Pamplona, la presidencia de las corridas de toros corresponde al Ayuntamiento. Todos los alcaldes, con independencia de su ideología, han saludado encantados a la muchedumbre festiva desde el palco presidencial de la Plaza. Hasta el socialista Balduz y el nacionalista Asiron, que renunciaron a tirar el chupinazo. La procesión de San Fermín y la presidencia del 7 de julio son los momentos de baño de masas del alcalde. Uno, religioso. El otro, taurino. Con el capote del santo dan larga cambiada al debate sobre el modelo de fiestas. Por peteneras.
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