Responsabilidad
En las redes sociales, opinar es ya gritar; lo levantisco e imbécil de algunos comentaristas se amplifica, también criticado de manera airada y necia, se realimenta y acaba convertido en noticia, porque los medios de comunicación han optado por, en vez de hacer buen periodismo, sumergirse en la vorágine del impacto y la repetición de cualquier basura que haga ruido. Twitter es el océano para estas tormentas perfectas que invaden las demás redes sociales, los foros y acaban hasta en la televisión, el único medio realmente antiguo y caduco, aunque sigue siendo el más visto. Mientras tanto la ola inicial puede haber cesado, aunque este año lo más probable es que se haya reactivado con la contestación del gallito que inició todo el día antes. Antes, cuando uno metía la pata pedía perdón o al menos agachaba la cabeza: ahora está de moda no sólo sostenerla y no enmendarla, sino acrecentarla en una barbaridad más tremenda a la vez que se ataca al crítico. Es una crisis de responsabilidad: antes, cuando uno era tan imbécil de no darse cuenta de que la había cagado, la gente educada, tras indicarle que tenía una mierda maloliente en el pie, se apartaba y esperaba que el otro se calmara, y ahí estaba su responsabilidad, retomar el curso normal de las cosas. Los más geniales provocadores podrían, claro, convertir histriónicamente en arte su necedad, y ello les haría recuperar el favor del público. La sociedad antigua era así de sencilla y siempre ha habido payasos. Pero ya no hay responsabilidad: ya solo queda ir un poco más allá y pasar de la hostia virtual al asesinato. No me arriesgo augurando que antes de fin de año pasaremos de un bocachanclas a un ataque personal. Oh, perdón, ya pasó la semana pasada en Alexandria. A ver quién es el listo que nos trae la moda aquí.