Cuatripartito juancarlista: “orgullo y satisfacción” por la actividad parlamentaria mediada la legislatura y por el grado de cumplimiento del acuerdo programático mediado el mandato del Ejecutivo de Barkos. Lógico: hay que cuidar la viña y la más mínima poda arruinaría la cosecha de poder. Todos los reproches internos suelen limitarse a la velocidad del cambio, cuyo pedal maneja el conductor del PNV. El reproche se palía a renglón seguido con una apuesta firme por continuarlo. Ni asomo de fe de erratas. Tampoco un dietario de episodios internos convulsos. Dentro, mucho ruido; fuera, algún aspaviento. Mera alusión genérica a una tarea “no exenta de dificultades” en la Cámara. Es decir, un balance a la vieja usanza política: ración generosa de miel y una pizca de hiel. Y un vaticinio sin mérito predictor: el segundo tramo del cuatrienio será difícil. Porque habrá que cerrar asuntos de imposible conciliación y porque habrá que emancipar las identidades electorales. Socios hoy, pronto rivales. Nadie puede permitirse acuerdos o acciones que contradigan o ensucien su futuro programa electoral. La balanza, tan equilibrada que la más mínima variación en el número de escaños puede afectar a la inevitable coalición para formar mayoría. El PSN maquilla su perfil izquierdo. UPN simula preocuparse. Sin precedentes, pero con algo de razón: el PSN preferiría a Geroa Bai para hacer creíble su escarmiento. Es muy probable que fuera correspondido. Pero la adición requerirá de más sumandos. Mientras Bildu tiene fortaleza propia casi inquebrantable, Podemos se nutre en parte de socialistas en el exilio de sus siglas. A día de hoy, UPN lo tiene más difícil para recuperar el gobierno que el cambio para consolidarse. El presidente de los empresarios quiere otro skyline para Navarra. Como el de Salesianos, con cuatro torres. Las de siempre: Gobierno, patronal, UGT y CCOO. “Bildu y Podemos, un hándicap para el Ejecutivo”. A uno se lo tragará. Seguro.