El recién estrenado plan vial del Ayuntamiento de Pamplona dice perseguir un nuevo modelo de movilidad para algunas zonas del centro y, por ello, puede concitar el aplauso de la mayoría. Cuando villavesas, bicicletas y peatones ocupen el lugar del que hace décadas se adueñaron los coches, hablaremos de una ciudad más humana, tranquila y semejante a esas otras urbes que tanto nos gustan.

Sin embargo, es un error desconocer los temores que esta decisión municipal ha generado en distintos sectores. Está claro que a todos no van a convencer algunas de las medidas adoptadas y sólo espero que, con el tiempo, sean más los persuadidos que los críticos.

Con este objetivo, se han de cuidar, además de los grandes diseños urbanísticos, los detalles. Por ejemplo, los muy necesarios aparcamientos de bicis. Son muchos los vecinos de algunos barrios y del Casco Viejo que carecen de garajes y ascensores para poder guardar adecuadamente el vehículo con el que se mueven por la ciudad y son decenas, cientos al cabo del año, los que en un momento dado denuncian el robo de su bicicleta. Da igual que se aten bajo cámaras de vigilancia policial o en pasadizos cerrados, las bicis desaparecen de las calles, al mismo tiempo que cualquier esperanza de recuperarlas.