cuando el gobierno de Miguel Sanz decidió en 2010 festejar los 100 años de la bandera de Navarra, santo y bueno. Cuando en 2017 el ejecutivo de Uxue Barkos decide reconocer a título póstumo a los que en 1910 crearon la insignia, es porque se está trabajando para la desaparición de la Comunidad Foral. Se le preguntó al presidente de UPN sobre esta más que aparente contradicción; Javier Esparza, sin cortarse un pelo, respondió que la diferencia fundamental entre un hecho y otro era “el contexto”. O sea, en 2010 mandaban ellos, en 2017 no. Y esto vale para casi todo. Hasta el 2015, el 3 de diciembre era para ellos como el 4 de julio en el país de las barras y estrellas. Un día marcado en rojo sangre en el calendario navarrista, con participación institucional masiva y al que sus medios dedicaban un espacio casi similar al del cohete sanferminero. Eso era antes. En otro contexto. El domingo, a UPN, antaño omnipresente en todos los actos institucionales del día, ya fueran grandes o pequeños, diurnos o nocturnos, civiles o militares, sólo le faltó montar una contramanifestación en su jornada de lucha contra la efeméride. Y es que el Día de Navarra sólo es tal cuando mandan ellos. Si no son ellos los que detentan el poder, el Día de Navarra es puro carnaval nacionalista y golpes de remo hacia Euskadi. Lo mismo cuando baja el paro, se crean empresas o disminuyen las tasas de exclusión. Como no podía ser de otra forma, UPN se vio secundada por PP y PSN, ambos muy en su papel de subalternos de la cuadrilla. Repaso las hemerotecas y no encuentro una sola vez que los socialistas hubieran boicoteado los actos oficiales de la fiesta de la comunidad, ni en ocasiones bastante más polémicas que las de este año. Es con esa gente con la que Izquierda-Ezkerra ha elegido sacarse la foto del día. Debe de ser el contexto.
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