el Ministerio de Defensa alegó el supremo interés de la defensa nacional para la construcción del cuartel de Yeguaceros, en Belagua, a principios de los 80. La doctrina militar española da la época consideraba todavía los Pirineos como zona prioritaria a defender, idea reforzada por la inquietud que provocaba lo que la prensa de entonces consideraba “el santuario francés” de ETA. La obra, “imprescindible” en opinión de sus mentores, obvió la opinión contraria de ecologistas, ganaderos y montañeros, y se pasó por el forro todas las normativas locales y ambientales existentes y por existir. Su herencia, un mamotreto de alambre y hormigón en un lugar de inequívoco valor ecológico y paisajístico de nuestro pequeño rincón pirenaico. No debió de llevar una existencia muy activa. Se decía que los pocos soldados que se veían por ahí iban castigados, lo que parecía corroborar el aspecto apesadumbrado y poco aguerrido que mostraban a excursionistas y esquiadores. Todavía está menos claro aún que hiciese el menor papel en la defensa de nuestras fronteras contra enemigos exteriores e interiores. Paradójicamente, el único ataque que sufrió -una bomba incruenta de ETA en los estertores de la organización- no fue repelido por nadie. Para entonces el cuartel estaba ya en desuso. La doctrina militar había cambiado, no eran ya los Pirineos sino el Estrecho el punto caliente estratégico, Francia era ya un aliado seguro y al terrorismo vasco le quedaban dos telediarios. Además, con la reducción de efectivos provocada por la supresión del servicio militar obligatorio no era cuestión de enviar allí a nadie, que igual cogía una pulmonía. Casi cuarenta años después, tras más de una década vacío y en estado ya ruinoso, Defensa anuncia ahora su intención de demoler Yeguaceros. Que lo hagan ya y se lleven los cascotes. Nunca sirvió para absolutamente nada que no fuera ofender la vista del paseante.