“No sentimos ninguna fobia por el vascuence”. Los convocantes de la manifestación contra la política lingüística del Gobierno de Navarra no han esperado ni al primer punto y seguido de su manifiesto para enseñar la oreja. Como Trump con los latinos o Cañizares con los homosexuales, ninguna fobia. Y para que quede bien claro añaden dos líneas más allá: “No aceptaríamos que los vascoparlantes fueran objeto de algún tipo de discriminación legal, laboral o social”. Nadie les oyó una palabra en c ontra cuando UPN nos impedía ver ETB, se negaba a legalizar radios, quitaba carteles, pasaba por encima de las demandas de padres y madres, negaba subvenciones y, en general, hacía juegos malabares para invisibilizarnos y hacernos pasar por el aro del castellano. Quizás aplaudían con las orejas. Hace falta rostro para invocar a la Convención Europea de Derechos Humanos. ¿Discriminación por razón de lengua? Sí, la del euskaldun que pretenda utilizar su idioma. Tampoco se privan de apelar a la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias. Un documento que, entre otras cosas, aboga por eliminar “toda distinción, exclusión, restricción o preferencia injustificadas con respecto a la utilización de una lengua regional o minoritaria cuyo objetivo sea desalentar o poner en peligro el mantenimiento o el desarrollo de la misma”. O sea, lo que profusamente ha hecho UPN en las últimas décadas. Por el contrario, el texto del Consejo de Europa afirma que “la adopción de medidas (?)destinadas a promover una igualdad entre los hablantes de dichas lenguas y el resto de la población (?)no se considerará un acto de discriminación con los hablantes de las lenguas más extendidas”. Ni más ni menos que lo que, más bien tímidamente, ha emprendido el actual Gobierno Foral, con el fin de acabar con una marginación que -esa sí, de verdad- ya viene durando demasiado.