Los miembros de la llamada Manada van a seguir encarcelados. Sé que la Audiencia Provincial de Navarra ha acordado dejar en libertad bajo fianza a los cinco condenados de abuso sexual a una joven en los Sanfermines de 2016 y que la mayoría del tribunal entiende que la alarma social no es criterio válido para prolongar la prisión provisional, además de no apreciar riesgo de fuga ni de reiteración delictiva.
Todo esto lo conozco, al igual que me voy a permitir imaginar la vida que estos delincuentes van a llevar a partir de ahora. Pensemos que al regresar a su Sevilla natal fueron recibidos entre abrazos y besos por sus familiares más cercanos y sus amigos -pocos o muchos, los que les queden- pero, después de las celebraciones de bienvenida, han de vivir bajo las miradas de miedo, asco y desafección de muchos de sus vecinos. Además, ellos saben que todos conocemos, por obra y gracia de los excesos que se cometen en las redes sociales, la dirección exacta de sus domicilios y quizás piensen que no son lugares seguros en los que esperar la sentencia definitiva, quizás decidan no salir de sus casas u opten por esconderse en otro paradero. Sea como fuera, no les va a ser fácil llevarlo bien y no seré yo quien se entristezca si no logran ser felices en libertad.