Esta semana abarrotada de currículos inverosímiles, pensaba en lo cerca que viven los listillos de toda la vida de la trampa y el engaño, así como en el bochorno y el cabreo que provocan sus acciones. Cierto que algunas de estas maniobras parecen casi inocentes, como el robo perpetrado el otro día en un colegio de Villava de donde se llevaron, además de 180 euros y una videocámara, un melón. Por el contrario, otras dan mucha rabia, léase el banco que acaba de ser multado por negarse a devolver a una clienta las cantidades de dinero indebidamente percibidas.
Las charcas de chapoteo de estas gentes son los robos y los abusos de derecho, cuando no la pura estafa, y, siguiendo con ejemplos recientes de esta comunidad, me vienen a la cabeza la condena a un supuesto técnico del gas por falsos arreglos y la alerta policial ante el envío de correos que amenazan con difundir, si no media un pago, supuestas -e inexistentes- fotos íntimas de los extorsionados.
Por último, están aquellos casos que directamente nos resultan insultantes. El hecho de que el famoso Prenda esté cobrando 430 euros al mes en concepto de subsidio de excarcelación, dado que antes de pasarse por Pamplona y después de abandonar la prisión de esta ciudad estaba y está en paro, puede ser muy legal pero da asco.