Posdata
Aferrémonos a la última oportunidad de intentar que las deidades del universo infantil nos salven de lo pedestre y lo inasumible que lleva adherido como una costra lo cotidiano. Cosas que han pedido niñas y niños en sus cartas a los Reyes, pelo para un profesor calvo, que el cole dure tres días -en la vida- y ya luego el eterno barco pirata de Playmobil, conjuntos arquitectónicos de Barbies en diversas sedes e instalaciones, patrullas caninas a bordo de todo tipo de vehículos tierra-mar-y-aire, Playstations nivel BMW y sus tarjetas correspondientes, una casa en Marte? Lo natural. Qué pediría yo a toro pasado, modo posdata. Que dejemos en paz ya al Baltasar de Andoain, nadie es infalible, pidió disculpas y generó diversión adulta en torno a un mensaje que, si realmente nos hemos tomado tan en serio como parece indicar el surreal debate multimedia que se ha generado, es que estamos pidiendo a gritos mayor inversión en salud mental para fundírnosla ya. Que la alegría desbordada de 49 emigrantes este miércoles al saber que iban a ser acogidos por 8 países europeos después de 20 días esperando en el mar no sea noticia, sabiendo que destinar recursos, servicios y fondos para estas operaciones no es sencillo ni bienvenido socialmente ni rentable políticamente en -siempre- demasiados casos. Que cada vez que Vox desenfunde el lanzallamas y pida medidas menos inocuas que su muro de Lego en Ceuta y sus muñecas Monster Feminazis para algunas políticas, porque se van a hartar de empuñarlo desde que se han hecho querer en el zoco de los pactos, prueben a masticar y tragar sus propias palabras. Porque eso sería garantía como mínimo de una úlcera. Y que la salud, el amor, los amigos y el trabajo nos sigan acompañando. Prometo portarme bien.