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Pulsiones

Cada cual obedecemos a unas pulsiones. Cuando éramos quinceañeras y cruzábamos a diario la frontera entre ser niña y algo más serio para después volver a la guarida, como las caravanas de quienes viven en el límite de territorios ocupados, una amiga querida prefería infinitamente zamparse un bollo de nata que aventurarse por la senda de los claros con gas, aquel infame invento del demonio. Hay quien ve un milhojas en una pastelería y al mirarlo cree que le habla. O descubres en el metro que la mujer sentada ante ti no deja de escanearte las piernas y cuando empiezas a valorar escenarios posibles te pregunta dónde te has comprado las botas. Impulsos. Adicciones, en casos recurrentes y difíciles de controlar. Pulsiones, diría Freud para describir aquello que vive en nuestra psique, nace de una excitación interna y tiene como fin calmar esa tensión. Esta semana han detenido a un hombre por eyacular sobre una mujer en un autobús urbano de Alicante. Esta semana al que había sido un prestigioso seleccionador nacional de atletismo, Miguel Ángel Millán Sagrera, le han caído 15 años de cárcel por abusos sexuales continuados a dos adolescentes en Tenerife cuando les entrenaba, hace nueve y cuatro años. Esta semana 31 hombres con sus cincuenta años, sus familias, parejas, traumas, trabajos e hipotecas han denunciado en Bilbao a don Txemi, un religioso que les dio clase en Salesianos de Deusto. Como cuando los utilizó para calmar sus pulsiones estos hombres eran niños de 8, 9, 10 años, el delito ha prescrito. Les duele que el colegio supiera de dos casos hace mucho y no hiciera nada. Cuando su sistema jurídico interno no funciona la Iglesia confirma que su reino no es de este mundo. Y la Justicia laica cuando permite que caduquen delitos que dejan huella eterna.