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Líderes

Hombres cabizbajos, cansados y sin margen para la sorpresa dentro de sus trajes grises caminan, se arrodillan y se hunden entre escombros polvorientos. Algunos conservan la lucidez y la energía suficientes para echarse las manos a la cabeza, otros se derrumban abatidos, uno ha trepanado el cráneo de otro sentado en el suelo con la mirada perdida y ha levantado la tapa para comprobar que no podrá comerse sus sesos como hizo Anthony Hopkins con los de Ray Liotta. Está vacío. Cascotes, restos de hormigón y de ladrillo conforman un mar inmóvil del que emergen esqueletos de edificios, ruinas simétricas con persianas a medio bajar y vidas a medio vivir. Pequeñas plataformas oxidadas se elevan en ese paisaje post apocalíptico para ofrecer una perspectiva de lo que han hecho a esas pequeñas figuras humanas tan iguales unas a otras. Son hombres de negocios enfrentándose al resultado de sus decisiones. Mimetizándose con una ciudad semiderruida y muerta. Solo un color, el verde refulgente de un recorte de césped que dos hombrecillos transportan en camilla entre las ruinas. El resto es la nada. Salvo algunos cerdos hozando entre montículos de escombros. Cerdos de un rosa desvaído, cerdos grises mutando a rosa y cerdos grises como los trajes con cabeza de hombre de negocios, todos los estadios de la transformación. Es un escenario sin grieta para la esperanza que se muestra en el atrio del Azkuna Zentroa bilbaíno. Isaac Cordal ha montado esta instalación, Seguir a los líderes. Y sí, sí que cuesta encontrar alguien a quien merezca la pena seguir. La pepita de oro entre guijarros. Pero los hay, un profesor talentoso, una compañera inteligente, una amiga clarividente, ¿un político lúcido, humano y con sentido común? Desde que los Monty Phyton no pisan un set vivimos huérfanos.