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A la contra

Jorge Nagore

Dudas

DudasEP

Vivimos en un mundo diferente al de hace 30 años. Y está bien que así sea. Los medios de comunicación tradicionales, sustentados por grupos empresariales o políticos o ambos, no son ya los únicos que tienen acceso a la opinión pública. Y está muy bien que así sea, es, de hecho, maravilloso. La revolución que trajo internet, además, ha hecho que el público pueda interactuar con los medios, otros lectores y oyentes y hasta con los propios periodistas, opinando sobre noticias, artículos y hasta autores. Es fantástico que eso sea así y no que los periodistas seamos unos privilegiados que podamos escribir de lo que queramos sin la opción de que los lectores puedan comentar lo que les parece. Pero toda esta serie de ventajas suele a veces tornarse en un horror cuando esa libertad se vincula a sucesos trágicos, violentos o cuando menos sórdidos.

Asomarse a muchos comentarios que se dejan en las cuentas que los medios de comunicación tienen por ejemplo en Facebook no suele ser nada edificante sino directamente negativo, en la medida en la que sobre un hecho tremendo se lanzan opiniones al tun tun, calificaciones y toda clase de adjetivaciones y, en general, creo que más dolor y pobredumbre a un evento ya de por sí tremebundo.

No se trata de evitar la verdad, ni se trata de que cada cual no tengamos nuestra opinión, sino de que no haya en determinados casos un contenedor público sobre el que la sociedad vuelque la inquina y el, no digo que no, lógico enfado ante un hecho concreto. No porque no se pueda volcar a modo personal, pero no de una manera colectiva, a través de un medio. No sé, pienso que los medios ahí deberíamos estar más al quite y limitar la participación en días así. O cuando menos estudiarlo, para no cooperar en puntuales linchamientos públicos que, con o sin razón, a veces tienen lugar en las redes y que dañan más a los entornos que a los culpables.