Conforme me acerco a la cincuentena me fijo más en los alimentos que ingiero. También trato de hacer ejercicio moderado, ando varios kilómetros, hace más de 3 años que dejé de fumar, 10 que no pruebo una gota de alcohol, no conduzco, discuto lo mínimo, pero cada día estoy más que convencido de que no llegaré a los 50. No sé cuándo, ni dónde, pero moriré atropellado y aplastado por una carrera de Trail. O de montaña, o como se llamen. Ahora ya suben también colinas. Hace poco hicieron una cerca de casa, en las colinas de al lado. Hacen prueba larga, media, corta y sprint. Masculina, femenina, intergénero y por edades. Cuando todo esto empezó, había una al mes. Luego se pasó a una semanal. Luego sábados y domingos. Más tarde unieron los festivos. Estamos cerca de un calendario de carreras que se extienda los 365 días del año, con días en los que coincidirán varias pruebas. Habrá tipos y tipas que correrán varias en un día. Hordas de sujetos en pantaloneta, mochilas exiguas y botellitas de agua con tubo a la espalda, cintas de pelo, medias compresivas hasta las rodillas y relojes con una pantalla del tamaño del Philips que compró el padre de Katxas para que viéramos el Mundial del 82. Todos arriba y abajo, sin parar, compitiendo o entrenando, subiendo montes con las manos en las rodillas y un incendio en los pulmones, sabiendo que al día siguiente saldrán en la prensa, porque sí, porque está de moda, porque aunque llegues el 7.000 como está de moda y la gente se busca en la clasificación la prensa te lo cuenta. Eso está bien, hay semanas que las secciones de deportes son un listín telefónico de nombres y tiempos de gente que hace 3 años pesaba 15 kilos más y no distinguía un monte de un montón de arena. Eso es fantástico, el mundo cambia, la sociedad muta, hay que adaptarse. Como me atropelle alguno al salir de casa saco la escopeta y no quedáis ni uno, hijosdeputa.