stá muy bien que cada equis años el gobierno foral de turno se ponga unos objetivos energéticos -ahora está en marcha el Plan 2030, aprobado en 2018-, de implantación de renovables, dependencia energética, etc., etc. El problema llega cuando el desembarco de proyectos para implantar parques eólicos o solares es de un tamaño descomunal y decenas y decenas de pueblos y miles de personas ven cómo sus hábitats, su modo de vida incluso y el futuro de sus zonas penden de un hilo. No es lo mismo vivir en Pamplona y argumentar que de cine los parques eólicos que hacerlo a 1 kilómetro de una torre de 150 metros de altura que emite un zumbido permanente y que se ha llevado por delante el monte en el que has crecido y que ves de tu ventana. De hecho, las palas de los molinos no se ponen en mitad de las ciudades. Si se hiciera, igual alguno de los políticos que argumentan que "siempre están los mismos en contra del progreso" le darían una vuelta. Lo mismo vale para esos macroparques solares que se proyectan en la zona de Adiós, Uterga, etc. Conjugar todas las variables en juego y todos los intereses en liza -empresas, propietarios, vecinos, gobierno foral, entidades locales- no es una tarea sencilla, pero es infinitamente más complicado y un camino equivocado si la opción es no frenar un poco, paralizar la invasión y repensar a qué precio se va a obtener algo. Porque el ecologismo en muchos casos tiene de ecologismo lo que yo de cura y esto lo mismo va para las grandes empresas del supuesto ecologismo verde como para mucho autodenominado ecologista que no pasa de ser un hipócrita que sigue funcionando como si la energía cayera del cielo. De todas maneras, los proyectos en liza son lo suficientemente grandes y transformadores de amplias zonas de Navarra como para que el Gobierno de Navarra coja el toro por los cuernos, analice, reordene y si es necesario vuelva a legislar.