o estaría de más que de una vez por todas se pusiese sobre la mesa que una de las cuestiones básicas, sino la principal, para que el botellón tenga éxito es el económico. Y, desde ese punto de vista, es normal que chavales jóvenes que si tienen trabajo seguro que está mal pagado en la inmensa mayoría de los casos y que raro será que tengan casa propia o algo menos raro pero también inusual bajera o pipote pues tiren por ese camino antes que por ir de bares. Es que no hace falta ser Premio Nobel de Matemáticas para saber que por una ronda de cubatas en un bar para una cuadrilla de 10 te puedes comprar en un supermercado bebida para los 10 durante varias horas. En las tiendas la cerveza cuesta entre 10 y 6 veces menos que un bar y lo mismo sucede para los combinados. ¿Queremos que vayan de bares? Es inviable, es completamente inviable. La gente joven, como hemos hecho todos, quiere socializar, ligar, hablar, divertirse y lo hace de todas las maneras que puede, algunas de ellas, claro, muy molestas para los que ya somos puretas o vecinos de los abrevaderos principales. Pero no hacen en general casi nada o nada muy diferente a lo que hemos hecho los demás en los últimos 40 años. Cosa muy distinta es qué pueden hacer las administraciones públicas para que esta mezcla de pandemia, escasez económica, ganas de fiesta -normales- y ganas de que no se les pase la vida sin juergas no se convierta en un -con perdón- magma explosivo, que casi siempre además suele explotar en las mismas zonas, al menos en Pamplona: lo Viejo. Pero estudiar esto, analizar, aportar ideas, buscarles la vuelta, no implica tener los santos cojones de criticar a los chavales y chavalas por no gastarse 7 euros de vellón de un cubata mal tirado o 2 y medio en una cerveza. Hacen lo que hubiésemos hecho todos en esa situación y que ya hicimos cuando tocó. No habló de la violencia. Hablo del botellón.