ivimos en una sociedad en la que una persona A dice X, unos cuantos menganos cogen esas X y las cambian por Y, lanzan esa Y a los cuatro vientos y entonces a esa persona A le caen puñaladas desde todos los puntos cardinales y su intento de aclarar que él no ha dicho Y sino X queda en un esfuerzo baldío ante el enorme poder de comunicación de los menganos. Esto es básicamente lo que sucede de unos años a esta parte y lo que, sin ser nuevo, sí que denota un grave problema que tenemos como sociedad: nos llegan no ya mentiras u ocultaciones -algo que ha habido toda la vida- sino que directamente ahora se inventan declaraciones. Ha pasado con el Ministro de Consumo, Alberto Garzón, al que se le ha echado encima la derecha, la ultraderecha, los ganaderos, parte de la izquierda, parte de su gobierno y hasta la FIFA por unas manifestaciones que no ha hecho en relación a los ganaderos españoles. Garzón se limitó a manifestar su preocupación por el daño que al sector y al medio ambiente hacen las macrogranjas en contraposición a la ganadería más tradicional o extensiva y la versión que se ha dado es prácticamente la contraria. Es una maquinaria bien engrasada esta, la de las mentiras, intoxicaciones, bulos y declaraciones manipuladas y en un mundo en el que consumimos titulares y no nos detenemos medio minuto a comprobar nada, un auténtico peligro para quien pille en medio. Si el artefacto de manipular te apunta ya te puedes ir preparando. Y mucho más si, como es el caso, ni siquiera tu propio gobierno con sus muchos equipos de comunicación es capaz de salir a respaldarte o cuando menos a aclarar lo dicho y lo no dicho. Ni siquiera casi lo importante es si se considera hábil o inútil a Garzón, sino la sensación de que el ciudadano tipo está más manipulado que nunca y no tiene ni tiempo ni ganas de dejar de estarlo o cuando menos de intentarlo. Y eso es tremendo.