Nunca unos lazos amarillos le salieron tan caros a un país gobernado de facto por la judicatura fascista del PP y Vox. La gestión política española es hoy por hoy un lodazal del que beben hienas y chacales que se orientan por el olor de la peste. Quizás mañana Sánchez sea presidente. Pero la sed diabólica del PP y Vox hará espinoso su viacrucis. Puede que el socialismo de Sánchez no sea de izquierdas. Y puede que el marxismo de Iglesias tampoco lo sea ya. Quizás ambos han abandonado la idea de cambiar el mundo y solo crean ya en la gestión de su mierda. Quizás. Pero esto es suficiente para que la ultraderecha fascista, y la derecha no menos mussoliniana, opten por estatalizar el conflicto y la bronca. Por hacer de la política un proceso de demolición. Agotada esta vía, se ha impuesto el gobierno de los jueces para judicializar la vida pública y política. Y esta será la apuesta de la derecha campeadora, despolitizada y gamberra de la próxima legislatura. Y si esto no diera resultado para frenar ese tímido intento de reconducir el neoliberalismo en nuestras vidas, la derecha y sus hooligans darían otro salto. Y es que la militarización de la política, de lo que queda de ella, también es posible. De hecho, el general ultrafascista Fulgencio Coll, de Vox, dice que "Sánchez es un problema para la seguridad nacional" y pedía a los "poderes del Estado que impidiese su investidura si llegara a pactar con ERC". Este va a ser el reto del posfascismo español venido arriba. La reedición de un discurso antipolítico "millanastrayista" y apocalíptico que se niega a aceptar su derrota política y civil. España, el reino de España, el Estado español, como quieran llamarlo, es el reto de la derecha, su reconquista victoriana al más puro estilo Don Pelayo. Catalunya, Torra, el procès y el independentismo incomodan. Cierto. Pero no dejan de ser solo el campo de pruebas para la nueva reconquista y restauración borbónica. Y para ello esa derecha posfascista no descartará nada, incluso la militarización del discurso cuando no de las instituciones. De eso sabemos mucho en Euskalherria.