de los bancos, ¿qué quieres que te diga? La mera razón de ser de los bancos privados resulta ya desagradable para la mayoría de la gente. Su mera naturaleza, el hecho de que existan y todo lo que tiene que ver con sus métodos y con sus fines genera animadversión. Lo saben de sobra pero no les importa mucho porque estamos obligados a encadenarnos a ellos de por vida. No podemos decir no a los bancos. Hemos creado una sociedad dependiente de los bancos privados. Si no lo depositamos en los bancos privados, nuestro dinero se convierte automáticamente en negro. Antes venía el cobrador de luz a tu casa, te presentaba la factura y le pagabas en metálico. Se cobraba la nómina en metálico. De eso no hace tanto: a mí me pasó. Mis primeras nóminas me las entregaron en un sobre. Si metías el dinero en los bancos te daban intereses. En ese sentido no hemos mejorado. Ahora los bancos ya no dan intereses. De hecho, van a empezar a cobrarnos por el mero hecho de tener una cuenta. Algunos ya lo están haciendo. Cuota de mantenimiento o como lo llamen. No entiendo por qué no existe un banco nacional. Podría existir un banco público que compitiera con la banca privada. Pero no. ¿Por qué? Ah, misterio. Está visto cómo funciona el sistema. El mundo está gobernado por los poseedores del dinero. Tras los grandes escándalos financieros de la pasada década, las crisis hipotecarias, las suspensiones de pagos y las consiguientes pérdidas de empleos, de viviendas, de bienes y de poder adquisitivo, no nos queda otro remedio que seguir dependiendo de los bancos. Y aceptar sus turbios preceptos con cara de amén. No hay alternativa. Ellos siempre ganan. Se me quedó grabado aquello que dijo Nassim Taleb hace unos diez años: "Lo único que han conseguido es socializar las pérdidas y privatizar las ganancias". Si tuviera que escribir el haiku de la banca, sería: Todos perdemos / pero ella siempre gana / la puta banca.