e da la sensación (a lo mejor me equivoco, claro, y por si acaso pido disculpas de antemano, que tampoco cuesta nada), me da la sensación, digo, de que la gente (es decir, no todos-todos, pero sí una parte importante de la obediente gente corriente (entre la que humildemente me incluyo)) se está empezando a entusiasmar de lo lindo, no sé, se está viniendo arriba, se está volviendo a animar muy rápidamente, ¿quizá demasiado? Los fallecimientos por coronavirus ya son muy pocos, se corre la voz y de repente, zas, todas las terrazas están llenas: no hay forma de encontrar una mesa libre ni por casualidad. El paseo fluvial abarrotado, los ciclistas incómodos y ráfagas de jóvenes audaces bañándose en el Arga. O sea, que la desescalada tiene pinta de que va a ser una avalancha. En fin, está visto que somos una especie vengativa y olvidadiza. En el buen sentido, por supuesto. Vamos a ver, aquí, en la Tierra, en este bello y hospitalario planeta azul que habitamos, las tres especies animales más exitosas (no digo las más bonitas ni las más simpáticas sino las que mejor se adaptan a todo tipo de hábitats, por inhóspitos que sean) somos los humanos, las cucarachas y las ratas. No sé en qué orden. Puede que las cucarachas estén en primera posición, pero nosotros estamos en el pódium de ganadores, eso seguro. Y es porque, por una parte, estamos bautizados en la pila del miedo (que es una garantía de supervivencia), pero por otra somos, como decía, vengativos y olvidadizos: necesitamos resarcirnos lo antes posible de las penalidades pasadas y a continuación somos capaces de celebrar la vida y olvidarlas a una velocidad extraordinaria. Por eso tuvimos que inventar la escritura y escribir la Historia: para no olvidar tanto y tan rápido. Así que no sé qué pasará el próximo 6 de julio. Me pregunto si aún seremos capaces de entender por qué no hay sanfermines.