El PP navarro ha criticado a Osasuna porque éste se ha comprometido a fomentar el euskara en su entorno. No se obligará a los directivos, utilleros, hinchas y arietes a aprenderlo, y tampoco se les forzará a usarlo en los consejos de administración, la sauna, las gradas y los fueras de juego. No, el club se ha limitado a asumir esa ley foral que ordena proteger la recuperación y amparar el desarrollo del vascuence. O sea, por el momento rechaza llamarse Salud. Una osadía.

Según los populares, el euskara en Navarra “ya ha colonizado la educación, la administración, las empresas privadas e incluso la señalización de las carreteras, y esta nueva intromisión en el día a día del equipo va a crear fractura social”. Toda fobia engorda erosionando el diccionario y nublando la realidad, pero nunca se ha visto que los cimientos superen en altura al edificio. Y es que con esto del idioma asistimos a un fenómeno paranormal: la fobia a la verdad y a la RAE son ya mayores en algunos que su propia vascofobia. Es como si alguien odiase tanto a los negros que acabara detestando más el maratón que a los etíopes que lo ganan. Queman el felpudo por su Ongietorri.

Hay que tener mucha ojeriza a la realidad para afirmar que el euskara ha colonizado todos esos espacios, desde la Volkswagen hasta los STOP, y sostener sin vergüenza que con ese acuerdo Osasuna creará fractura social. También hay que tener cierta manía al lenguaje para airear términos tan gruesos con semejante ligereza, que si se entera un superviviente de Srebrenica quizás se enfade. Osasunak hiru-Almeriak bat, y por si acaso que arbitren los cascos azules.