n estos momentos sentimos la llamada a dar lo mejor. Que dure. No obstante, viendo el patio, parece que la premisa está formulada de modo tan general que cabe alguna precisión: cada cual podrá dar de lo suyo, lo que excluye cosechar en campos mayoritariamente ajenos como la infectología, la logística o la psicología. Tampoco es preciso darlo todo todo el rato. Aunque nos turnáramos, el confinamiento no daría para tantas ofrendas. Sugiero una aportación por persona.

Cuando empezaron a cundir los consejos, recibí uno fascinante, original y aparentemente (pero verán que no) absurdo, titulado Cómo pasar un cordero por un muro. Pensé que si algún día lo necesitaba, los nueve pasos consecutivos y claramente ilustrados me serían de gran ayuda. Poco después, leí que descendían las ventas del sector ovino. Qué revelación, ante mis ojos se multiplicaban los corderos y los obstáculos, así que, para animar el mercado y rendir tributo a quienes han aportado sus tradiciones para hacerla posible, comparto la receta de chilindrón de casa.

Elijan una paletilla, tiene hueso y es más sabrosa. La pasan por sal y harina, la sellan y la reservan. Piquen fino y pochen una cebolla y dos dientes de ajo. Si se ponen un vino y música cadenciosa para añadir el cordero y darle vueltas podrán marcarse unos pasos. Viertan una copa de coñac y dejen que se evapore mientras piensan en sus cosas. Acabada la reflexión, añadan la carne de tres pimientos secos que habrán puesto en remojo con anterioridad y medio vaso del agua así obtenida. Fuego lento hasta que la carne esté tierna y la salsa tenga esa consistencia melosa que susurra que quiere ser untada. Si, como yo, piensan que faltan unas patatas, fríanlas sin dorarlas y dejen que absorban la esencia del guiso. A su salud.