unque me cansa el bucle en las noticias, en todo lo que llega del exterior -en casa somos de los que solo salimos para lo imprescindible, es decir, no somos esenciales, algo que desde una perspectiva más metafísica ya sabíamos, pero la constatación tiene su punto resituante- el amago de cabreo se me pasa rápido porque tampoco se me ocurre escribir de otras cuestiones que antes tenía presentes. El tema las tritura. En algún sitio la primavera estará fastuosa aunque no la disfrutemos y en otros lugares menos prometedores alguien estará talando árboles cuya caída y estruendo subsiguiente nos van a afectar si no nos pillan debajo. Como antídoto para estos pensamientos tenebrosos, imagino cambios posibles. Uno, por ejemplo: con el confinamiento, muchas personas habrán tenido la oportunidad de conocer de primera mano la magnitud del trabajo doméstico y de cuidados, ese amplísimo y multidisciplinar abanico de actividades que abarca desde la limpieza y mantenimiento de los espacios, enseres y ropas, la logística, el aprovisionamiento y la preparación de los alimentos, el acompañamiento a personas enfermas, nerviosas, tristes o enfadadas, la gestión de las relaciones con el exterior, tanto las familiares y amistosas como las administrativas, la supervisión y organización de tareas escolares y el mantenimiento del clima favorable en la convivencia que pasa por el conocimiento y respeto a la cadaunidad del personal. Los datos de antes de la crisis decían que el reparto de estas tareas no era ni lejanamente igualitario entre hombres y mujeres. A mí eso de que las crisis son oportunidades para reinventarse me parece de un cinismo insolente lleno de resonancias economicistas, solo lo son para quienes prosperan en ellas, por eso, prefiero pensar que el conocimiento de la realidad y la ética de las personas producen cambios a mejor. Espero que así sea.