Está claro que Venezuela, una vez más, va a tapar el máster recibido por Casado a modo de “prebenda” por ser vos quien sois; así al menos dice la jueza. Que lo que a miles de jóvenes les cuesta esfuerzos, años y dinero sea una prebenda es una indecencia que ya no inquieta a nadie. Casado, paladín de la honradez política, no dimite, claro, de sus cargos porque está muy ocupado con Venezuela y porque, además, qué pasa, si eso lo hace todo el mundo, a todo el mundo de su casta y clase nos referimos. No hay comparación posible. Entre la pillería de un político absuelta por sus votos y la posibilidad de un apocalipsis sangriento no hay color. Gana por KO el desastre venezolano. Hay ganas de ver cómo el gigante americano aplasta al chavista desnortado y ya alanceado por todos lados: el público quiere la puntilla, quiere sangre y eso los másteres no lo dan, son atracciones limitadas. En cambio, una buena intervención militar del King Kong yanqui, unas ejecuciones sumarias, unos soldaditos conscriptos reventados, eso da cámara, eso gusta, eso abre el apetito, eso invita a pedir callos y gallinejas non stop. A nadie parece sonrojarle pedir para Maduro el gancho de carnicero de Mussolini; a nadie un borrón y cuenta vieja de una soberanía nacional que jamás admitirían en propia casa; a nadie aplaudir torturas para el enemigo político lejano... A nada que prestes un poco de atención puedes escuchar unas brutalidades que revelan una crueldad de fondo de populacho linchador al que el vino enciende el poco de alma que gaste. El bombo de los negocios ya gira y gira, ya reparte, ya abre camino democrático. Una fiesta.

Que Casado sea un personaje de una ignorancia supina en materias jurídicas (y con él sus asesores), que le hace proponer medidas sin fundamento, no quita para que hable con autoridad de Venezuela y su falta de libertades. Pero no es el único. España es el país de los doctos en geopolítica, en física atómica si se tercia, de los informados, de los que saben, de los doctores en ciencia infusa y de los que no leen un libro ni a punta de pistola: las estadísticas cantan o tararean la música de fondo de esta ópera bufa de tartufos.

Nos hemos ido acostumbrando a que los líderes políticos tengan un lado golfo y desvergonzado sin el que probablemente nos aburrirían todavía más. ¿Qué sería de la cosa pública si no fuera un circo? Poca cosa. Para muestra un botón: la familia del dictador Franco asegura que las esculturas expoliadas de la catedral de Santiago les pertenecen “por tradición familiar”. Que tal despropósito genere apoyos incondicionales solo puede extrañar en un país que no sea este, con unas tradiciones entre las que está la utilización de los cargos públicos a modo de negocio familiar y el fraude de ley como herramienta consentida de manera sectaria.

¿Importa el máster de Casado? En este panorama de derribo generalizado, reconquista nacional, combate por la libertad del género humano y del venezolano en particular y etcétera, nada, absolutamente nada. Es un accidente ridículo que beneficia al golfo desvergonzado, pero no mucho más que otros a quienes todavía no les ha tocado la lotería de que les señalen con el dedo arbitrario de la justicia teledirigida. Y si los señalan, se irán a París a darse la gran vida como la Cifuentes, experta geopolítica, o como Alfonso Guerra, que sacaron interesada altura moral de la represión pinochetista para, ahora, considerar que la economía chilena mejoró una barbaridad con el pinochetismo, caravana de la muerte del general Arellano incluida, claro, meras labores de limpieza. Qué tristeza de papeles que se ha de llevar el agua, el viento, el descaro de los vientres sentados Con satisfacción/Como quienes saben/

Como quienes tienen en su puño la verdad/Bien apresada para que no escape/ Y con orgullo/ Como vigilantes de vosotros mismos/ Domináis a lo largo a lo ancho de la tierra/

Vosotros vientres sentados... Ay, Luis Cernuda, que nunca regresó a su tierra y al que, encima, citan en sus discursos de carteristas de la vida: Henchidas necedades/ Dictámenes que se escurren entre las rendijas como ratas... Ay, si parece que fue ayer y puedo serlo mañana.