pese a que estaban predestinadas a pasar sin pena ni gloria, las elecciones al Parlamento Europeo han dibujado un mapa político en Navarra que gira claramente hacia la izquierda. Los casi 54.000 votos que se dejó el bipartidismo con respecto a los comicios de 2009 son otra muestra más de la cada vez más acusada demanda de cambio. Y en UPN son conscientes de ello. "El voto se ha radicalizado", valoró ayer Barcina, para quien radicalizarse es que el ciudadano escoja papeletas de otros partidos que no sean los que han sostenido el régimen en los últimos 20 años. El problema añadido para el regionalismo es que ha salido trasquilado de una contienda electoral a la que no concurría. Lo dijo a medias Carlos García Adanero, quien afirmó el lunes que "no hay que ser muy listo" para saber que el PP fue la lista más votada en Navarra porque recogió los apoyos de votantes tradicionales de UPN. Lo que no terminó de decir el portavoz parlamentario es que en el cesto de los populares había bastantes menos votos de los previstos, sencillamente porque muchos electores, hartos del bipartidismo, se decantaron por otras ofertas. Entre ellas, estaba la de Podemos, que recabó la friolera de 20.000 apoyos, procedentes muchos de ellos de habituales abstencionistas que, si el año que viene mantienen su apuesta por esta nueva formación, pueden aportar al menos tres escaños que serían determinantes para el cambio.

Visualizado el temor en UPN a ser desalojado del poder, conviene estar preparados para la que se avecina de aquí a mayo del próximo año. Lo más suave que vamos a escuchar desde la dirección regionalista será que si no gobiernan ellos, llegará el caos. Otra cosa es que la vieja táctica cuele, sobre todo entre las miles de personas que sufren a diario la caótica gestión del Gobierno, enrocado en sus políticas sectarias y en mantener su red clientelar, y sin ofrecer solución alguna a los múltiples problemas derivados de la crisis y de su despilfarro.