Si la matrona que corona la estatua de los Fueros fuera un ser animado, estaría flipando después de haber visto a algunos partidos acercarse a su base para pedir el voto. Sin el menor rigor histórico de lo que representa este monumento -erigido en 1903 por suscripción popular para conmemorar la defensa del régimen foral- y sin ningún rubor, por ahí han desfilado desde formaciones dispuestas extinguir la autonomía fiscal de Navarra como Ciudadanos hasta UPN-PP. Los de la coalición conservadora, que arrancaron la campaña con banderas españolas delante de esta estatua, forman un peculiar matrimonio de conveniencia. Así, mientras los populares hacen el trabajo sucio de recurrir ante el Constitucional todas las leyes que no son del agrado de ambos, a los regionalistas se les hincha la vena de un falso navarrismo mientras miran para otro lado o jalean los ataques de Madrid al autogobierno foral.
Al Monumento a los Fueros, levantado en respuesta al fallido intento del ministro Gamazo de unificar las haciendas públicas del Estado en 1893, se le colocaron cinco placas cuyas calculadas leyendas reivindican el sentido de los ahora tristemente manoseados Fueros. Una de ellas recuerda que “la incorporación de Navarra a la Corona de Castilla fue por vía de la unión principal, reteniendo cada reino su naturaleza antigua, así en leyes como en territorio y gobierno”. Y en otra, escrita en euskera, se lee que “nosotros los vascos de hoy en homenaje y recordando a nuestros antepasados, nos hemos reunido aquí para demostrar que queremos conservar nuestra ley”.
Como ha ocurrido siempre, no faltan ahora quienes quieren reinterpretar nuestra historia. Es el caso de UPN-PP, para quienes la defensa de Navarra consiste en adquirir el compromiso de eliminar la Transitoria Cuarta de la Constitución, para que los navarros perdamos la herramienta que nos posibilita decidir libremente nuestro futuro institucional. Patético.