El cambio climático puede dejar al Everest sin nieve perpetua en el 2100, según investigadores científicos. Escalofriante. El Observatorio Pirenaico del Cambio Climático asegura también que la reserva de agua puede verse disminuida por efecto del aumento de las temperaturas y que muchos pueblos de la montaña, los más vulnerables, al igual que mucha poblaciones indígenas de África, América y Oceanía -los grupos que menos contribuyen al cambio climático, pero los más perjudicados por sus consecuencias- se verán afectados, ya que dependen de los recursos naturales y de las condiciones climatológicas, la agricultura, el turismo de invierno o el pastoreo. Quizás nos creamos que pasear a 18 grados por la Aezkoa en pleno diciembre es todo un lujo, incluso podemos llegar a pensar que gastando menos para la leña en las chimeneas y con temperaturas tropicales se solucione hasta el problema del desploblamiento del mundo rural, al disminuir la brecha social que separa a la ciudad del monte. Pero en el tiempo, como en la vida, la inestabilidad pasa factura. Ahora nos hace esbozar una sonrisa saber que no nieva puede que hasta febrero o disfrutar de temperaturas primaverales, pero mañana nos escocerán los ojos al ver que se han roto las estaciones en su reflejo de la naturaleza salvaje, que no hay pinares, ni encinas, ni praderas para que pasten las ovejas, que mudaron las especies animales y que no hay nieve en las cumbres ni refugios que visitar. Nos escocerán los ojos de tanto llorar, pero también de la contaminación que acumulará el aire.

Entonces nos arrepentiremos cada uno de nosotros por no haber hecho nada. La OMS declaró la contaminación del aire en 2013 como cancerígena y la mala calidad de este aire que respiramos está detrás de siete millones de muertes prematuras. Y tampoco la montaña será un refugio para el oxígeno.