No sé cuántas veces he consultado los resultados del 20-D que liquidaron el bipartidismo. Y cada vez que los miro, la lógica política invita a pensar que va a ser imposible formar Gobierno con estos mimbres. Sin embargo, transcurridas casi dos semanas desde la revolucionaria cita con las urnas, gana fuerza la opción de que Mariano no va a tardar demasiado en ser reelegido presidente. Para llegar a esta conclusión, basta con hacer un análisis bastante simplón. De entrada, hay que partir de la base de que la inmensa mayoría de los 350 diputados electos no quieren oír ni de lejos la posibilidad de que se puedan repetir los comicios. Quien más quien menos, ya ha echado el ojo al asiento que va a ocupar en el Congreso a partir del 13 de enero y acudirá al estreno de la legislatura con un potente loctite para pegar su trasero a esa preciada silla. Y si no que se lo pregunten al investigado por corrupción Gómez de la Serna, al que ni siquiera quieren sus compañeros del PP, que ya le han advertido de que su sitio está en el Grupo Mixto.

Algo parecido ocurre a muchas de las organizaciones políticas con representación en las Cortes Generales, a las que medirse otra vez en las urnas les da vértigo. Es el caso de Ciudadanos, al que las encuestas también en mayo le vaticinaron más respaldo que el real, y que no está por la labor de retratarse otra vez ante los electores.

Ciudadanos es, por cierto, el único que ofrece sus 40 votos a Rajoy para ser presidente. Pero le faltan otros 13 para llegar a los 176 y, por mucho que los mendigue, ni Podemos, ni catalanes, ni vascos se los van a facilitar, por lo que la solución al sudoku va a partir, sí o sí, del PSOE. ¿Cómo? Ya se verá. Pero está claro que después del “lamentable espectáculo” -lo dice Patxi López- que están dando en este partido, se antoja más improbable el desaolojo de Mariano. Y mucho más si se mira desde la perspectiva de Navarra, donde ya sabemos cómo acostumbran a solucionar los socialistas estas situaciones.