no ha comenzado muy atinado el regionalista Íñigo Alli su andadura en el Congreso. Pese a que solo dispuso de siete minutos en el pleno de la fallida investidura de Pedro Sánchez del miércoles, fue tiempo más que suficiente para meter la pata, faltar a la realidad y ofrecer una imagen aldeana que recordó al Paco Martínez Soria de películas como La ciudad no es para mí.
Vayamos por partes. De entrada, el diputado de UPN comete un error estratégico de bulto al criticar el acuerdo PSOE-Ciudadanos, más allá de que la alianza electoral con el PP le recorte el margen de maniobra en la Cámara Baja. ¿Pero acaso no es consciente de que la manera más factible de que su partido recupere el Gobierno de Navarra es a través de un pacto con estas dos formaciones? ¿O todavía se cree que para llegar al Palacio foral le va a bastar con el apoyo del alicaído PP navarro? No es de extrañar, por tanto, que su errático análisis haya chirriado en los oídos de muchos de sus compañeros de filas.
Sin embargo, no se detiene ahí el desbrujule de Alli, que en adelante tendrá que recomponer su discurso si pretende que resulte creíble. Porque ir a Madrid a decir que el Gobierno de Barkos “está formado por anarquistas, radicales e independentistas” es algo que no se lo cree ni él. La aseveración, además de estar muy alejada de la verdad, fue pronunciada en un sitio inadecuado. Es verdad que su jefe, Javier Esparza, protagonizó un desbarre similar cuando asistió a la ronda de consultas con el Borbón. Entonces, el presidente de UPN acudió a la capital a decir que el Gobierno del cambio ha traído “sectarismo, desigualdad y menos libertad”, reproches que sin duda tienen un pase en el debate político foral, pero que causan sonrojo pronunciadas en Madrid. Prueba de ello es que ningún otro diputado ha incurrido en la aldeanada de subir a la tribuna de oradores para arremeter contra su Gobierno autonómico, algo que el propio Alli al menos ayer no repitió.