En el monte como en la vida las rutas prohibidas nos atraen. La conocida como Ruta de Napoleón, ya que por ella entraron sus tropas para invadir España, es una de las preferidas por los peregrinos extranjeros en su arranque del Camino a Santiago debido a la belleza del paisaje, pero en los últimos años ante el aluvión de romeros se ha convertido en un verdadero infierno para el personal de emergencia de este lado de la frontera, y en especial, para la escasa plantilla de los bomberos de Burguete, que se han especializado en salvar la vida a caminantes extraviados arriesgando en el intento la suya propia. Este año el Gobierno foral se ha puesto las pilas y ha cerrado el paso por el monte de noviembre a marzo, dirigiendo a los peregrinos por la ruta más próxima a la carretera, pasando por Luzaide, lo que no impide que muchos de ellos sigan utilizando la vía francesa -tan espectacular como dura- remontando más de 1.200 metros de desnivel, el metro y medio de nieve y nieblas cerradas en lo que viene a ser un invierno inesperado, sobre todo cuando se ha visto el sol en St-Jean-Pied-de-Port. No se puede poner puertas al campo. Ahora bien, la factura para los imprudentes no es broma: 1.400 € por helicóptero movilizado, 50 € por hora por una ambulancia, 30 € por hora por cada personal de rescate.
Dicen que los franceses explotan esta vía como la auténtica ruta jacobea. Historiadores de este lado de la muga aseguran en cambio que el camino verdadero (se han descubierto losas antiguas en el tramo más próximo a la carretera) pasa por Luzaide, un pueblo también digno de enamorarse. Y seguramente hubo muchos caminos y todos hermosos. De hecho, ambas rutas convergen entorno al alto de Ibañeta, donde la leyenda sitúa la Batalla de Roncesvalles que popularizó el Cantar de Roldán (la emboscada de los vascones). Más a nuestro favor.
Lo cierto es que hay miles y miles de personas de diferentes países y razas pisando sobre lo pisado, caminando en la misma dirección en busca de algo que muchas veces está por definir y que se descubre seguramente en el contraste con los demás y con uno mismo. Dicen que los coreanos tienen facilidad para perderse y que, al margen de las dificultades del idioma, el exceso de tecnología no les ayuda en su desafío con la naturaleza. Será envidia... Dicen también por mi tierra que la policía está vigilando estrechamente la zona porque sospechan que puede ser también una vía de entrada de terroristas de la yihad y que no está lo suficientemente controlada. ¿Nos quedará algún reducto de libertad donde pisar? Y, lo que es más importante, ¿sabremos elegir el camino que más nos conviene sin que nadie nos lo imponga?