Cómo es posible que un tipejo machista, xenófobo, racista, etc etc haya ganado las elecciones de la primera potencial mundial y si va a tratar de llevar adelante lo que ha venido escupiendo durante la campaña son dos de las preguntas que nos seguimos haciendo buena parte del planeta cuatro días después de su inesperada elección. La primera cuestión no es tan difícil de entender. Ese discurso de Trump de que en EEUU triunfa el que se esfuerza tiene muy buena venta en una sociedad tan individualista como la yankee. Son legión los que no se detienen a pensar que ni todos venimos al mundo con las mismas aptitudes, ni desde luego tenemos las mismas oportunidades. El propio Trump es ejemplo de ello. De familia de alta cuna, logró hacerse con un imperio siguiendo el manual del magnate. Básicamente consiste en procurarse influencias en círculos políticos y en actuar sin escrúpulos.
La segunda cuestión es más compleja e inquietante. Trump ha prometido desde activar deportaciones masivas, levantar un muro con México, poner patas arriba los acuerdos comerciales con el exterior, vetar a los musulmanes y torturar a los sospechosos hasta procurar bombas nucleares a sus amigos. ¿Dejarán cometer semejante retahíla de tropelías a este prepotente que, al igual que el primo de Rajoy, también es de los que niegan el cambio climático? Esperemos que no. Y hay varias razones para pensar que así será. En un mundo globalizado, tan indiscutible es que va a liderar una gran nación, como que hay otros muchos países (China) y organizaciones (la UE) -por citar dos ejemplos- a los que EEUU no puede dar la espalda. A todo esto conviene no olvidar que los gobernantes cada vez mandan menos. Vienen muy bien para que la ciudadanía tenga la sensación de que disfruta de una democracia y de que con su voto quita y pone mandatarios. Pero la realidad es otra. Hace mucho tiempo que los poderes económicos marcan las directrices a los gobiernos y nada parece indicar que ahora vaya a ser distinto.