Millonarios morosos
todos sabemos que el fútbol de elite es capaz de generar cantidades ingentes de dinero. En los últimos 25 años, sus dirigentes han tenido la habilidad de poner a pleno rendimiento esta maquinaria de ingresos, hasta el punto de haberlos multiplicado tanto por derechos de televisión y patrocinadores que la aportación de los socios a los clubes es casi testimonial. Lógicamente, de este pastizal se han beneficiado todos sus protagonistas. Los grandes futbolistas, los jugadores de medio pelo, los entrenadores y la pléyade de intermediarios, comisionistas y demás jetas -cada uno dentro de sus posibilidades- han visto incrementados sus sueldos en lo que llevamos de siglo en la misma proporción que lo han hecho los ingresos de este grandioso negocio. Hasta aquí todo más o menos normal. Se trata de un espectáculo capaz de generar pasta a mansalva, de ahí que a nadie extrañe que sus protagonistas la trinquen a paladas. No es de recibo, sin embargo, la morosidad que se detecta con insultante frecuencia entre estos millonarios. Y no hablamos solo de las megaestrellas. Bien cerca tenemos el caso Osasuna, que es socialmente inaceptable por mucho que quienes lo permitieron y alentaron ahora se rasguen las vestiduras denunciando los pufos localizados más allá de la muga foral. Sin ir más lejos, hoy en el Sadar se podrá ver en acción a Messi, condenado a 21 meses de prisión por tres delitos fiscales, que tiene a su compañero Neymar enfrentado a otra petición de talego por un fraude parecido. Pero de poco sirven estos castigos. Mientras no se cambie tanto la legislación civil como la deportiva, las sanciones que se imponen a estos ricachones son irrisorias. Como la hermana del Borbón, todos estos chorizos se escudan en que desconocen quiénes manejan sus hilos y no se responsabilizan ni siquiera de lo que han firmado. Otro gallo cantaría si fueran inhabilitados para su trabajo mientras no estén al corriente con Hacienda. Seguro que entonces los clubes, que son copartícipes de estos pufos, harían algo por acabar con una obscena juerga.