educado por fortuna en centros mixtos, siempre contemplé a las mujeres con la naturalidad del semejante, también por compartir modalidad deportiva con ellas como jugador y además entrenador. Resultaba sin embargo una observación por pura ósmosis, carente de pensamiento elaborado, que no evolucionó a una conciencia nítida de desigualdad hasta la consolidación profesional y sobremanera conforme mis dos hijas crecían e iba percibiendo con claridad los micromachismos -también anidados en mí mismo- que no tenían por qué padecer. Así que en mi caso particular llegué por decantación al feminismo consciente que todo hombre digno de tal nombre debe interiorizar en pro de la plena igualdad, bien entendido para los duros de mollera que lo contrario del machismo es el hembrismo porque ambos consagran la prevalencia de un sexo sobre el otro. Ese sentir feminista supone discernir la necesidad actual de leyes específicas, en especial en el ámbito laboral para que la capacidad prime sobre cualesquiera otras consideraciones y los permisos se dispensen de forma equitativa, pero sobre todo comprender que por encima de legislaciones se trata de una cuestión de voluntad y, por tanto, de ejemplaridad para la juventud que nos circunda. Desde una actitud de trato idéntico, sin discriminaciones ni paternalismos -signos inequívocos de una concepción utilitarista de la mujer-, que se extiende a una asunción integral de responsabilidades en la vida privada incompatible con la mera pose colaborativa del varón alérgico a la plancha y a meter la mano en el váter o que, entre otros supuestos comunes a demasiados progenitores, ni se plantea acudir solo a despachar con el profesorado de la prole o con el servicio médico que la atiende. La igualdad se practica, no se vocea, al constituir la silenciosa revolución aún pendiente de los hombres y acreditar la hombría verdadera. En contraste y a la vez en consonancia con el clamor de las mujeres en la calle para que asimismo resuene en hogares, oficinas y bares a los efectos de procurar la más genuina justicia social entre las dos mitades de la población.