el partido sustentado en el teorema de la regeneración institucional brindó a la presidenta madrileña una escapatoria para no dimitir por el fraude de su máster y la posterior falsificación documental en forma de dilatoria comisión de investigación cuando sobran pruebas del trato de favor. Ciudadanos trataba de dispensar a Cifuentes un salvavidas con el que mantenerla a flote aunque a la deriva para explotar su fragilidad y engordar la saca de votos propia, evitando el coste de neutralizar una moción de censura del PSOE y de Podemos en Madrid a la que la marca naranja sigue resistiéndose tras este escándalo y los anteriores de Gallardón, Aguirre, González y Granados. Nueva muestra de la supeditación de los principios proclamados por Ciudadanos al cálculo electoral, evidencia de un tacticismo sin cuajo ideológico pero rentable en el contexto de esta política-espectáculo simplista y maniquea a la búsqueda de titulares y a golpe de tuit. Así ha sucedido en Catalunya, donde como primera fuerza y azote del soberanismo Ciudadanos rehusó sin embargo intentar la investidura para no exponer a la derrota a su rostro Arrimadas, o con la prisión permanente revisable, que pasó a defender para posar con los progenitores de víctimas de atroces asesinatos. Ese oportunismo queda asimismo a la vista con su flácida estrategia de pactos, consistente en condicionar gobiernos desde fuera para poder actuar con demagogia ilimitada, acreditando tal falta de coherencia programática que en Madrid sostiene al PP y en Andalucía al PSOE. Nunca una política de ocasión con cero riesgo ejecutivo reportó tan pingüe beneficio demoscópico, bien entendido que en el caso de Ciudadanos gran parte de las encuestas se articulan más como inducción de sufragio que como prospección del mismo. Así ocurre por su carácter de sigla instrumental alentada por el poder económico para cortocircuitar a Podemos y dar cobijo al elector frustrado con el PP pero en cierta medida también con el PSOE. El relativismo ventajista de Ciudadanos toca a las puertas de la Moncloa cuando en los comicios generales de 2008 no llegó a 46.500 votos. Que nadie se llame a engaño con este artefacto de mercadotecnia, de sello neoliberal y recentralizador, a los mandos de un líder mesiánico.
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