Lo mejor de lo peor, como cantaba Luz Casal en uno de los temas de su álbum Vida tóxica, es que en medio de la alta toxicidad mediática a la que hemos llegado tras la sentencia de La Manada, en medio de todo ese barro, hemos tocado fondo y nos hemos dado cuenta como sociedad de que la falta de una mirada desde el género, que permita ver personas más allá del sexo femenino o masculino, está en el origen de muchas de las desigualdades que todavía hoy arrastramos y seguimos viendo. Es difícil imaginar que hubiera pasado si la víctima de la agresión sexista a la que se ha expuesto públicamente y a la que se está vapuleando, lo hubiera sido por otro delito que no tuviera que ver con el hecho de ser mujer, pero lo que está claro es que el hecho de serlo la ha convertido en doble víctima, primero del delito que ha sufrido, en este caso el abuso sexual continuado de cinco hombres, y segundo el de esa parte de la sociedad tóxica que ha puesto su mirada en ella tratando de convertirla en culpable. No está solo en juego la justicia. Está en juego una generación entera si no somos capaces de defender que la incorporación de una perspectiva de género como enfoque fundamental y estratégico en todos los ámbitos de la vida es esencial para alcanzar la igualdad de género, la soñada igualdad entre hombres y mujeres. Y esa mirada de género no está supeditada a las mujeres ni está dirigida a ellas, sino todo lo contrario son mayoritariamente los hombres quienes miran para otro lado para no ver. La perspectiva de género debe estar en la base de las estrategias de toda organización pública o privada, de las políticas sociales y estatales, de los servicios sociales, de la sanidad, de las fuerzas policiales, de la educación, de la comunicación, y por supuesto de la justicia. Pero no se conseguirá nada cambiando la ley o el código penal si no conseguimos reeducar a las personas que la aplican para que aprendan a mirar y ver. Formación, educación, sensibilidad, respeto, igualdad... con la vista puesta en el futuro, para entre todos y todas conseguir transformar las instituciones y los comportamientos que todavía hoy son discriminatorios con las mujeres por el mero hecho de serlo. No se trata de dar, sino de no quitar, de sumar y no restar. Lo mejor de lo peor es que esta corriente social que reclama igualdad ha venido para quedarse. No hay vuelta atrás.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
