La legislatura del Gobierno del cambio entra en su cuarto año y lo hace con unos presupuestos de marcado carácter social que ponen en el empleo y en la recuperación de los servicios públicos la acción prioritaria para los próximos meses. Unos presupuestos que entroncan con lo que ayer se escuchó en el Parlamento de Navarra en palabras de la presidenta, cuando aseguró que el desarrollo de la comunidad “tiene que ser para toda la sociedad, sin dejar a nadie atrás, y para eso es imprescindible invertir en las personas”. Si hemos conseguido en estos cuatro años poner a las personas en el centro de la acción política ya ha merecido el viaje del cambio; si en lugar de ver estadísticas, análisis, informes, datos, números... pensamos en los nombres y las vidas de quienes están detrás de todos ellos antes de tomar la decisión final, habremos dado un paso de gigante en lo que los ciudadanos y ciudadanas pedimos a la política. Si pensamos en lugares para que sean habitados y vividos en lugar de espacios para que sean urbanizadas estaremos poniendo el foco en la verdadera dimensión de nuestros pueblos y ciudades. Porque no solo se trata de poner en marcha grandes planes de acción, medidas innovadoras, proyectos... se trata de acercarlos a escala humana y de llegar allí donde sea necesario un recurso público o una acción de Gobierno. Es cierto que cada uno tenemos nuestra prioridades, que las inversiones nunca son a gusto de todos, que siempre hay donde mejorar, que donde uno pone otro quitaría, que la montaña exige sus derechos que también los debe tener la Ribera, pero solo si te tenemos un Estado de Bienestar sólido, que garantice la equidad en sanidad, educación y derechos sociales, podemos mover carta sin que la baraja se rompa. Pero todavía nos queda camino. El discurso está lanzado y los pilares construidos pero sigue habiendo mucho ruido de fondo, por eso tenemos que ser también la propia sociedad la que creamos en las personas, las que sepamos vivir con solidaridad y generosidad para dar cuando a otro les falta y así poder recibir en caso de que lo necesitemos. Mirar a los demás aparte de verte a ti mismo. Como la política, que necesariamente exige generosidad y amplitud de miras, para ver más lejos y llegar a todos.