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Cambio plural o frente diestro

afloran las tensiones a cuatro meses de las elecciones, una dinámica lógica para marcar perfiles propios tanto de logros como de prioridades, también entre los socios del cuatripartito que sostiene al Ejecutivo de Barkos. Los legítimos intereses partidarios no deberían sin embargo anteponerse al bien superior común que han procurado las cuatro siglas, difuminando sus discrepancias para dotar en 2015 a la Comunidad Foral de una gobernanza alternativa a la de los anteriores cinco lustros de la derecha navarrista, salvo el escueto tripartito de Otano. Un desempeño que ha reportado una estabilidad cierta al aprobarse los cuatro Presupuestos de la legislatura bajo las premisas de la inversión social y del rigor financiero que la posibilita. De hecho, Navarra cerró 2017 con remanente de tesorería positivo por primera vez desde 2008, consolidando el Gabinete de Barkos la senda del superávit a partir de la mejora de ingresos, singularmente merced a la rebaja de la aportación al Estado y a la reforma fiscal. Ese legado conjunto, que ha deparado la reversión de buena parte de los recortes heredados para recobrar unos índices razonables de cohesión ciudadana en beneficio de los sectores más desfavorecidos -con una gestión aseada del erario público-, no debiera devaluarse por las diferencias de criterio sobre los ritmos del cambio entre quienes lo posibilitaron y tendrían que velar para extenderlo en el tiempo. Un objetivo que los cuatro partidos declaran compartir y que difícilmente podrá alcanzarse sin que el 26 de mayo esa entente progresista y transversal conserve los 160.352 votos concitados en total en 2015, para después rentabilizarlos en escaños y en último término en un Gobierno al margen de su formato concreto. Esa titánica tarea resulta incompatible con los reproches y los agravios, y en sentido contrario precisa del mantenimiento de esa impronta constructiva que ha caracterizado al cuatripartito, con la excepción de la ulterior batalla campal en Podemos. Sin ese ejercicio sostenido de responsabilidad, el cambio plural del que hasta la fecha se ha autoexcluido el PSN cederá posiciones ante la tríada a la diestra de UPN y PP más Ciudadanos, cuyo reto es optimizar esta vez todos sus votos, 115.987 hace cuatro años. Una alianza radicalizada por el influjo latente de Vox que, de retomar el poder, lo ejercería con un revanchismo análogo a su colérica oposición.