e los lodos de aquella lectura marcial tras el 1-O catalán del discurso redactado con el pulso firme del Gobierno de Rajoy -delante de un retrato de Carlos III porra en mano para que no quedasen dudas-, a los barros del prudente veto del Ejecutivo de Sánchez a que el mismo rey asistiera en Barcelona a la tradicional entrega de despachos judiciales en vísperas de la inhabilitación de Torra. Esa transición, lejana a más no poder del cacareado espíritu de concordia de 1978, explica la politización de la Monarquía como elemento de confrontación partidista para sepultar así su pretendido carácter arbitral. De hecho, todos los actos del rey e incluso todas las referencias a su persona se convierten en arma arrojadiza, sirvan como prueba los 12-O cuando no gobierna el PP, incluido este último repleto de invectivas contra Sánchez en un contexto de pandemia. Un Día de la Hispanidad patrimonializado por el patrioterismo más rancio a banderazo limpio mientras el rey se hace el longuis, como si esa apropiación de los símbolos comunes no afectase a la unidad que pregona a cada oportunidad. Lo que da a entender que Felipe VI consiente la instrumentalización de su figura por la derechona, hasta el punto de que Ayuso le asigna en público el rol de dique de contención frente al Gobierno de PSOE y Unidas Podemos mientras plataformas como la liderada por Álvarez de Toledo, Savater y Boadella le dan vivas como símbolo de libertad cuando no se permite a la ciudadanía refrendar o no a la institución en las urnas. Fruto de ese borboneo con la diestra en la dialéctica vigente de las dos Españas alentada por Vox y asimilada con gusto por este PP, el actual rey está agrandando la tumba que su padre el alegre comisionista y amante bandido comenzó a cavar, como así lo acreditan las encuestas que detectan un mayor sentimiento republicano y una exigencia creciente de consulta directa al pueblo llano. Aunque todavía no estamos en un momento derogatorio de la Monarquía, todo llegará con la inestimable contribución del interfecto y la presión de las nuevas generaciones del electorado progresista. A ver si lo ven estos ojitos.