e los creadores de la inane campaña Salimos más fuertes, cuando seguimos anclados en la pandemia, llega la turra Estas Navidades serán diferentes. Como si el pueblo llano no lo supiera o, peor, como si fuéramos tontos del haba. Uno, que empieza a estar hasta los mismísimos de tanta gilipollez, recomienda humildemente recrearse en el absurdo de estas fiestas desde la observancia de las reglas lógicas que impone el más elemental instinto de supervivencia. Que en este acabose de 2020 exige comidas y cenas exprés, reducidas en afluencia y duración, lo que puede resultar una bendición muy católica y hasta apostólica en el sentido de que habrá quienes consoliden a futuro este formato de Navidades contenidas e incluso austeras también en lo que atañe a los menús. Resulta particularmente divertido el juego de las sillas que se reproduce miméticamente en cada familia por la limitación de aforo en los hogares, intentando acertar con los sentados a la mesa, un esfuerzo tan enternecedor como inútil porque no van a llover invitaciones al gusto de todos. Entonces por qué no tirar por la calle de en medio y aprovechar la coyuntura para librarnos este año del cuñao zampabollos que además de llegar siempre con las manos vacías no levanta el culo de la silla ni así se atragante. O de su equivalente en niño, por ejemplo ese sobrino que se abalanza sobre las almejas como si las hubiera pescado él mismo mientras sus padres le ríen la gracia que tiene en el mismísimo ano. Imaginen también el entretenido trajín de mascarillas que nos espera, momentos para recordar toda la vida por lo que va a dar de sí ese artículo tan típicamente chino en nuestras reuniones tan netamente navarras y por tanto profusas en alcoholes. Igual que alimentarán el anecdotario las escenas inéditas que sobrevendrán por la necesidad de extremar las precauciones, pongan al abuelo en duelo a brazo partido con el langostino que no pela hace lustros porque le llegaba al plato listo para deglutir. Luego está el toque de queda, una oportunidad o una excusa según se mire, sirvan ahora como ejemplo respectivo los adolescentes que al fin conocerán las volubles normas del bingo casero y los alérgicos al karaoke que, este año sí, podrán escaquearse de la eterna sesión catódica de éxitos musicales canturreados por allegados bolingas. Lo que no tiene discusión es que la gente de edad y quienes hayan sufrido la covid en primera persona no están para coñas. Así que el mejor regalo como convidados, una prueba PCR bien reciente en el bolsillo.

Librémonos del 'cuñao' que siempre llega con las manos vacías y además no levanta el culo de la silla o de ese sobrino que se abalanza sobre las almejas como si las pescase él mismo