omunismo o libertad, reza el último y falaz eslogan electoral de la inverosímil populista Ayuso, propio de profesionales de la tergiversación y destinado a indigentes intelectuales carcomidos por el sectarismo. Como si el comunismo español no hubiera pagado con el exilio y la cárcel su oposición al régimen franquista, que además contribuyó decisivamente a superar tragándose la jefatura del Estado ungida por el dictador. Un genocida cuyos ministros fundaron por cierto el partido nodriza de la reaccionaria Ayuso, que ahora abre de par en par el Gobierno de Madrid a la ultraderecha galopante a la que en Europa las formaciones homólogas del PP sin embargo aíslan, mírese la Alemania de su idolatrada Merkel. El devenir de esta democracia perfectible contradice sin paliativos la imaginaria apuesta de la derecha panhispánica por las libertades, con su infructuoso veto a la ley de muerte digna como último baldón. La historia de semejante impostura del PP comienza en 1981 con el repudio del divorcio, al que luego notables dirigentes conservadores se han dedicado con fruición, y se materializa con especial énfasis con el rechazo por partida doble del aborto, en 1985 con la ley de supuestos y en 2010 con la de plazos, un periodo en el que las hijas de los pudientes sí interrumpían sus embarazos fuera del suelo patrio. La vergonzante hipocresía del PP, que primero discute los nuevos derechos en parlamentos y tribunales para después ejercitarlos sin derogarlos cuando está en el poder, se repitió en 2005 con el matrimonio homosexual y en 2007 con la ley de igualdad. En ambos casos por su concepción procreadora y subsidiaria de la mujer por ósmosis con la jerarquía católica, una dependencia que subyace asimismo en su oposición a una eutanasia tasada bajo los principios de voluntariedad y supervisión médica que respeta la libertad de conciencia de los profesionales sanitarios. Tal fariseísmo lo encarna hoy como nadie la fanática Ayuso, ferviente partidaria del empresariado salvo que los intereses del colectivo colisionen con los suyos, entonces se cisca en las subvenciones para paliar los devastadores efectos de la pandemia y supedita su concesión al adelanto electoral en Madrid. En el marco de una crisis de salud pública sin precedentes, la azote del comunismo equipara en realidad la libertad al consumismo, y más en concreto a trasegar en los bares, pero no a decidir sobre la propia muerte. El más fidedigno retrato de estos liberales del peor garrafón.

La azote del comunismo Ayuso equipara la libertad al consumismo, y en concreto a trasegar en el bar, pero no a decidir sobre la propia muerte; vaya fanático fariseísmo