No hay mejor jornada de reflexión que las que siguen a la jornada electoral. Antes, más que pensar mucho conviene tener las ideas claras y votar con convicción. Es al día siguiente cuando con los datos ya en la mano realmente empezamos a pensar, a analizar los resultados con reposo y a comparar la distancia entre los sondeos, el ruido mediático, los augurios de expertos y expertas y la realidad, que no es otra cosa que lo que acaba pasando. La política en sí misma necesita acción, movilización, pero también reflexión y análisis. Necesita ética y principios. En eso se parece al periodismo. No todo vale. La palabra lo aguanta todo, pero la realidad acaba siendo la verdad y esta vez la verdad de las urnas ha servido para parar a la mentira, a las falsas verdades, a la manipulación, a la amenaza tremendista, a los discursos de odio. Votar para frenar al frente de derechas, dispuesto a traspasar la línea roja de la derecha más ultra. La sociedad les ha dicho claramente que ese no es el camino. La verdad nos ha colocado a la izquierda, y es desde ese lugar desde donde ahora toca avanzar, para no retroceder en derechos, para consolidar los que ya tenemos, para hacer política desde la realidad plural y plurinacional, sin vetos, ni exclusiones. Una política progresista comprometida con las personas y sus necesidades y no con otros intereses. No queda mucho tiempo para la siguiente cita electoral, esta vez para la política kilómetro cero, la que más cerca sentimos y a la que más exigimos. La receta del 28 de abril es clave. La alta participación en las urnas ha servido. No da igual votar que no. Un voto, o una docena de ellos, pueden ser decisivos. Y lo que ha quedado sobre la mesa en esta semana de resaca electoral es que la mentira y el tremendismo le van muy mal a la derecha. Ya lo pagó el PP en el año 2004 con las mentiras del gobierno de Aznar tras el terrible atentado del 11-M, lo pagó perdiendo las elecciones y aupando a Zapatero y lo ha vuelto a pagar ahora el trío PP, Cs y Vox, que lejos de conseguir los votos suficientes para optar al Gobierno han provocado la mayor movilización del electorado de izquierdas y la división entre los de su bando. Mal negocio siempre la mentira. Y no es casual que casi siempre mienten los mismos.