Guardo la máscara termoplástica color lila con la que te radiaron allá por el mes de julio cuando el cáncer empezó su guerra. No querías conservarla y yo no quise tirarla porque para mí era como la armadura de una samurái, tu traje de guerrera valiente. He visto de cerca en los últimos meses la peor cara del cáncer pero ningún caso me ha impactado tanto como el tuyo, seguramente porque te has despedido (no lo has hecho en realidad porque nunca te has ido, sigues con nosotras) demasiado pronto, recién cumplidos los 38 años.

El melanoma es uno de los cánceres más agresivo, así lo hemos vivido, desde su debút en un cuerpo joven todo ha ido a una velocidad sobrecogedora pese a los esfuerzos de los grandes profesionales del Hospital Universitario de Navarra y de San Juan de Dios. Junto a ellos familiares y amigos hemos hecho un máster en cáncer metastásico. Hemos conocido los diferentes tratamientos invasivos, las diferentes formas de inmunoterapia, las investigaciones abiertas en este momento... cómo traducir un escaner cerebral, los rescates mórficos que evitaban el dolor, el maldito dolor...

El cáncer sigue aumentando el número de víctimas. Es la segunda causa de muerte en el mundo, según la OMS y de veras que produce mucha rabia, muchísima impotencia, saber que no hay recursos suficientes para trabajar en investigación, para apoyar a la ciencia, la tecnología o la biotecnología... O saber que nuestro país es de los que menos invierte en este tipo de investigación. Ésta sí que es una pandemia atroz mientras que la otra pandemia, la del Covid, seguramente hará retrasar muchos diagnósticos. La falta de una atención sanitaria ágil y presencial en primera fila no está ayudando a prevenir el avance de muchos tumores en fases iniciales.

Pero si alguna ventaja ha tenido este proceso tan duro que se ha precipitado en estos seis últimos meses ha sido la parte humana (bestial) de la experiencia. Tanto por las respuestas y el apoyo tan increíble de toda la gente que te ha querido (y os quiere Eduar) como por tu generosidad (Yessi) y capacidad de devolver todo el amor recibido multiplicado por diez.

La despedida ayer en el tanatorio fue una demostración de que las personas recogen lo que siembran. Me quedo con ese limonero que ibamos a trasplantar en la huerta en primavera porque sé que florecerá, me quedo con tu enorme sonrisa cargada de esperanza en cada momento, me quedo con tu capacidad de lucha, con la fuerza que te ha mantenido lúcida hasta el último día. Seguiremos muy unidas en la tribu que tú creaste, la que mantuvo esa ilusión por seguir adelante. Te festejaremos como a ti te gustaría concuñada, bailaremos djembe y dun dun, y nos cuidaremos como tú supiste cuidarnos.

Ya sé que nos hacías trampas brujilla y en realidad hiciste terapia con todas las que pretendimos ayudarte. Dice Marta que habrá una acacia en un rincón del monte Ezkaba para mantenernos en contacto con la naturaleza, y buscaremos ese aire puro que te faltaba en los robles centenarios de Jauntsarats. Amabas la cultura vasca y también la africana (en especial Senegal). Ahora, sorgiñe, ya sé cómo preparar la manteca de karité y el té de kukitxa para cuando lleguen visitas. Nos dejas el corazón lleno del amor que compartimos contigo. Una mujer llena de colores y con recetas de vida para ser un poco más libres en esta sociedad que nos esclaviza. Muxu haundi bat.