compañeras y amigos, gente próxima y desconocidos, han ido repitiendo estos días en las redes sociales la portada del viernes de este periódico en la que sobre los primeros planos de los tipos de La Manada -perillas y gafas a la moda, corte de pelo y apariencia, sólo facha, de dandis- titulaba a toda página un mensaje claro: “Es violación”.

Han tenido que pasar varios años y circular de un sitio a otro el caso de esta cuadrilla de criminales para que el máximo tribunal considerase lo que todo el mundo normal entendía como una anormalidad y salvajada desde la noche que pasó.

Algunos expertos han anunciado que la sentencia, los quince años a la cárcel, va a suponer un aviso para estos grupos de desalmados que antes y ahora se han marcado estas andanzas criminales, de gente sin escrúpulos ni moral, con neuronas olvidadas en alguna parte.

La presidenta de la Audiencia de Navarra, Esther Erice, también ha dicho que “el caso de La Manada ha ayudado a mejorar el sistema judicial”, un mensaje para reflexionar. La fiscal contra la violencia sobre la mujer, Pilar Martín, ha dejado otro para temblar: “Los maltratadores lo hacen porque sienten apoyo en la comundad”. Afirmación que entronca con las manifestaciones de algún político de la extrema derecha emergente que anda retorciéndose y preocupado por lo que les ha caído al grupo de violadores de Sanfermín.

Si se trata de mandar mensajes, tampoco está mal tirar por el camino de en medio y, llamando a las cosas por su nombre, habrá que volver a recordar que no es no, que todo el mundo tiene derecho a estar de fiesta y que en `todo el mundo´ entran ellas, y que en toda aglomeración humana -la bestial de Sanfermín, pero también las muy concurridas de cualquier festejo- lo que sobran son los bobos en todas sus ramas y manifestaciones. Y si eres bobo y no sabes comportarte, tienes mal beber o mal relacionarte con ellas, simplemente no vengas. Necesitamos sitio y aire. No hace falta ninguna sentencia, porque esto es ley.