Las ciudades son grandes o pequeñas en función de lo cercano que quede todo. Y El Sadar estaba en la otra punta, perfecto para los que vivían en El Mochuelo o la Milagrosa, también para los del Soto, pero alejadísimo del resto, colocado más allá de un montón de viales sin casas, calles vacías. El Plan Sur. Para llevarnos hasta la otra esquina, había una villavesa que se cogía al lado de la Plaza del Vínculo, que se llenaba en un pis-pás por los aficionados del fútbol. Enlatados, con olor a faria en invierno y en verano, a gabardina mojada o Varón Dandy en una estación y otra, el autobús recorría lento el trayecto hacia el estadio, no hasta él. Paraba en la avenida Zaragoza y, entre naves industriales que ya han desaparecido, se llegaba hasta el camino al estadio, que sigue hoy, un senda de brea que discurría junto al río que accedía a un puente que lo superaba, enfrente casi de Gol Norte. Era una gentío variado de creyentes, descreídos, críticos, optimistas, pesimistas, gruñones, tipos divertidos, animosos, una procesión de fieles variada en edad y condición que circulaba en el mismo tramo horario para llegar con tiempo al campo, que muchos nos poníamos en el mismo sitio. Los baricos del estadio vendían básicamente pacharán y coñac, a los mayores. Los baños, que aguantaron muchos años más, debían ser de la época de los gladiadores y la intimidad no era el término adecuado para definir el ambiente ése. Había más grada vacía que con público y el cemento mantenía un blanco potente, de haber soportado pocas suelas. Era casi obligatorio ver a Osasuna porque la adhesión ni se discute ni se aplaza, era también señal de arraigo y la cercanía a las andanzas de los futbolistas de rojo ocupaba el suficiente tiempo de los adultos como para deducir que ahí se cocía algo y que había que estar junto a ellos, aunque se les pusiera a parir. La sensación orgánica con los goles era otra seña de esta unión. La Leonesa era uno de los equipos duros y la nevada que cayó en el partido con el Tarrasa fue de las de época. No sé cómo pudo subir la villavesa. Alguno seguía con el puro. Un domingo cualquiera en estos cien años. Haciendo historia.