ace una semana de la nevada, de la de aquí y de la de allí. La de allí nos la sabemos de memoria, ha sido del carajo, una hecatombe. Un cataclismo en toda regla, porque que una semana después la meteorología siga ganando el pulso a la organización humana que estructura y compone una capital europea de rango mundial es para pensar y temblar. De frío. De preocupación allí.

Preocupación y frío van de la mano cuando se sabe eso del precio del vatio, que cada día que baja el termómetro está más alto lo que se paga para calentarse. Eso, si tienes con qué pagar, si hay electricidad, que en algunos lugares de este primer mundo resulta un fenómeno extraordinario y atmosférico, que dirían en "Si amanece, que no es poco", pero que también pasa: dar al interruptor y que no se encienda nada.

Se habla de la tormenta perfecta para la factura de la luz -¿porqué sale todo siempre redondo cuando se trata de tocarnos el bolsillo y apretarnos el cuello?-, ya que se reúnen tres factores determinantes: una mayor demanda energética para combatir el frío, una menor producción de energías más económicas -sol y viento- por las condiciones meteorológicas y el aumento del precio del gas natural. Es decir, nos quedamos como antes. La traducción de lo anterior es: "El precio de la luz se ha disparado un 27% en el inicio del año, alcanzando los 16,81 céntimos por kilovatio hora (kWh) con la tarifa regulada (PVPC), frente a los 13,24 céntimos del mismo periodo de 2020", según datos de Facua-Consumidores en Acción. Pues mira qué bien

Si a casi nadie le resulta comprensible ni decente que exista este abuso -una reunión de variables todavía menos entendible-, tampoco es entendible que no se intervenga en esta situación en la que seguro que hay algunos que se forran a partir de la necesidad general y la pasividad de quienes dirigen el cotarro. Todo en esta vida no puede ser una ley de oferta y de demanda permanente y salvaje en la que si algo interesa o es necesario inmediatamente sube su precio. Menos aún en cuestiones mínimas y básicas, como no pasar frío, vivir de forma digna. No habla bien de una sociedad si en cuanto una crisis aprieta, salta el resorte que deja al descubierto la desigualdad y el negocio.

La ola de frío ésta dicen que es la más voraz y tenaz en 20 años. Que tardará en haber otra igual, en Madrid claro. A ver si para la siguiente mejora la cosa. Y la factura.

Hace una semana de la gran nevada, también de la subida desbocada de la factura de la luz, el súmum de la ley de la oferta y la demanda a lo bestia