Hay mucho de imprevisible en la fuerza de la tormenta y posterior riada que alcanzó de lleno a Tafalla y, unos kilómetros más abajo, a Olite. Parece, como han reconocido los propios responsables, que el aviso de emergencia llegó tarde y que hubo dudas a la hora de elevar la categoría de la alerta, de mantenerla en amarilla a subir el nivel a naranja. Ahí, los protocolos no afinaron y en estas situaciones dar la voz de alarma con tiempo ayuda a los vecinos a extremar las medidas de seguridad personal y contribuye a intentar poner a buen recaudo los bienes y enseres; en suma, minimiza dentro de lo posible los daños. Las previsiones ya dan en la diana cuando señalan la hora exacta en que comenzarán las precipitaciones, no así cuando se trata de descifrar el volumen de agua que van a descargar las nubes. Así las cosas, el aluvión es difícil de contener cuando medía una gran cantidad de precipitaciones caídas en muy poco margen de tiempo; el agua no encuentra freno y, cuando lo encuentra en forma de imprevistos diques, los efectos son todavía más perniciosos. Así cabe interpretar la riada que destrozó la carretera junto a Pueyo, un torrente desenfrenado que parecía fruto de la rotura de una enorme presa monte arriba. Algo quizá difícil de prever pero que, por eso mismo, obliga ahora a realizar los estudios pertinentes en la zona y ejecutar las correcciones necesarias. A toro pasado siempre hay que preguntarse si se pudo hacer más para evitar el desastre; la limpieza del fondo de los ríos, la ocupación de las riberas con cultivos o zonas de ocio, la presión a la que se somete a los cauces, son cuestiones sobre las que se debe actuar de forma periódica y, sobre todo, en lugares ya identificados. Y este del puente del Cidacos en Tafalla ya ha vivido alguna otra situación crítica, aunque no, al menos en tiempos recientes, de la magnitud observada en esta ocasión. Sin perder de vista tampoco las consecuencias del cambio climático, un argumento que puede sonar recurrente, pero que ante fenómenos tan sorprendentes como el vivido en Tafalla, por su volumen y virulencia, hay que contextualizar en el marco de las agresiones que están degradando el planeta. Y que también, como ocurrió el lunes, se acaba cobrando víctimas humanas.