avarra anuncia nuevas medidas más restrictivas para los próximos 15 días al menos ante la persistencia de los contagios y la extensión social del coronavirus: se limita la movilidad, se clausura la hostelería, se cierra a las 21.00 horas la actividad cultural, deportiva y comercial y se restringe la convivencia a los núcleos convivientes. Como admitió la presidenta, María Chivite, la urgencia define sus propias prioridades y se impone en la perspectiva a cualquier otra circunstancia, por importante que sea. Es algo que los responsables de la gestión pública deben asumir y a la vez poner bajo control. Cierto que, en un entorno como el vigente, con la amenaza persistente y tangible a la sensación de seguridad a través de la amenaza a la salud de las personas, cualquier intento de hacer pedagogía social de medio y largo plazo como antídoto del miedo inmediato está condenado al fracaso. Sin embargo, es obligación del administrador dibujar escenarios de futuro y actuar en el corto plazo sin perderlos de vista. Adaptarse a las herramientas disponibles es la virtud. Así se lo ha recompensado la ciudadanía neozelandesa a su reelegida este fin de semana como primera ministra, Jacinda Ardern. Para ello, ha mediado incluso una renuncia a los objetivos de legislatura fijados años atrás por la propia Ardern. Incumplir sus compromisos por la necesidad de renunciar al rendimiento económico y fiscal de una actividad normalizada no le ha pasado factura. Ha pesado más el éxito de sus medidas, que, al menos por ahora, le ha permitido superar la amenaza covid con un impacto ínfimo y un rebote rápido de su actividad económica. El modelo neozelandés no es extrapolable, pero sí su perspectiva de corto y medio plazo, aunque las estrategias deban ser diferentes en cada realidad territorial, social, económica, fiscal, presupuestaria y financiera. En la mayoría de Europa no es factible suspender la economía y sí mantenerla apoyados en la estructura sanitaria, la estructura del bienestar, para evitar a medio plazo un coste social igualmente doloroso de una crisis económica que ya es profunda. Aunque no sea sencillo explicarlo ante la urgencia sanitaria, no cabe perderlo de vista. Como tampoco olvidar los riesgos de malestar y confusión a medio y largo plazo de adoptar medias precipitadas -con meses de pandemia aún por delante-, por la presión estadística o política.