os datos que acumula Navarra esta semana sobre la expansión del coronavirus apuntan un freno en el número de positivos y de contagios, aunque aún no tanto en hospitalizaciones y ocupación de UCI. No significa que la realidad de esta crisis sanitaria se haya transformado de forma radical, pero sí muestra que las medidas y restricciones puestas en marcha hace ya 15 días han servido para al menos detener lo que era una imparable línea ascendente de la covid-19 y rebajar la tasa de positividad al 7,7% de ayer. De hecho, las decisiones que adoptó Navarra han sido asumidas progresivamente por otras comunidades, la última de ellas la CAV, conforme su situación sanitaria se ha ido complicando. No obstante, los riesgos siguen siendo altos, tanto en el ámbito de asegurar la capacidad de respuesta del sistema sanitario más allá de los casos relacionados con el coronavirus como por el aumento progresivo de la edad de las personas contagiadas, lo que incrementa la peligrosidad de sus efectos. En todo caso, la superación de las frustraciones sociales, políticas, sanitarias, etcétera que sigue generando la pandemia del coronavirus -y las que puedan surgir aún de ahora en adelante mientras no haya una respuesta médica- no está tanto en el ejercicio de señalar responsabilidades ajenas, sino en la práctica de asumir cada cual las propias. A la sociedad, a cada ciudadano, cabe demandarle extremar la prevención y el cumplimiento de cada una de las medidas que, pese al desconocimiento, se ponen en marcha porque hasta el momento son las únicas que se han mostrado al menos parcialmente efectivas: distanciamiento social, higiene, uso de mascarillas en todos los ámbitos públicos, reducción de la movilidad... A los responsables políticos, el ejercicio de la concienciación en el discurso sin palabras vacías y menos aún sin los discursos ya viejos de hace siete meses y también la ejemplaridad en la actuación más que el reproche interesado o el constante recrudecimiento de restricciones que pueden llevar a un complejo contraste entre casos y situaciones y plantean el horizonte de un nuevo confinamiento de coste incalculable. Y a la ciencia, más premura y diligencia, acordes a las urgencias de una enfermedad que ya han sufrido más de 48 millones de personas y ha causado más de 1,23 millones de muertos y cuya persistencia amenaza con socavar principios fundamentales de la convivencia en todo el mundo. Se trata de convivir con el coronavirus mientras campe a sus anchas entre nosotros. Ya sin promesas o frases edulcoradas.