ueva semana importante para la gestión del covid-19. Navarra en particular pero el Estado en general y prácticamente toda Europa se encuentran inmersos en un complejo cruce de caminos: el temor a que los efectos de las navidades disparen los casos y la esperanza en que la aceleración del proceso de vacunación pueda servir de colchón de inmunidad. Lo cierto es que parece que es tarde para reajustar las restricciones planteadas de cara a estas fechas, aunque siempre será bueno recalcular a la luz de los datos y de las experiencias para anticiparse, y es pronto para cosechar los beneficios de una vacunación masiva. Por tanto, toca como siempre ir caminando poco a poco, con pasos seguros. En la medida en que se pueda, ya que este virus ha demostrado su sobrada capacidad de desborde y desconcierto y por si faltara algo en el complejo menú navideño ahí están las alarmantes noticias de una nueva mutación en Gran Bretaña. La Navidad, más allá de las restricciones actualizadas o adaptadas a cada realidad, en el fondo será lo que la ciudadanía quiera que sea. En este sentido hay una sensación contradictoria entre las calles y espacios llenos este fin de semana y el ambiente con comentarios de mucha prudencia y responsabilidad en la planificación individual y colectiva de estas fechas. Seguramente, aún quedará algún giro de última hora en el abanico de medidas pero la suerte normativa ya está servida, falta ahora el comportamiento ciudadano. Con la vacunación pasa en cierto modo parecido. Gobiernos y empresas, en un histórico esfuerzo de investigación, han puesto en marcha diferentes vacunas para este final de año. Evidentemente que hay intereses económicos y hasta políticos detrás de todo este proceso, pero hay que intentar que prime sobre todo el interés general de la salud. Y, reticencias legitimas aparte, sería conveniente que la población viera en la vacuna una oportunidad. Hay que confiar en la seguridad y eficacia de estas vacunas que, como otras, siempre han supuesto un avance para la ciencia y la salud de las personas. Aquí y en otros lugares. Ahora y en otros momentos de la historia. Y en esto, los profesionales sanitarios y sociosanitarios, agotados por la sucesión de olas, tienen también la doble responsabilidad de gestionar el proceso para vacunar a poblaciones vulnerables, protegerse como personal esencial y, de paso, ser referencia para transmitir confianza hacia la población general, que llegará pronto a la decisión libre de recibir la vacuna: una decisión individual pero con consecuencias colectivas.